El adiós
Entró y se inclinó hasta besarla
porque de ella recibía la fuerza.
(La mujer lo miraba sin respuesta.)
Había un espejo humedecido
que imitaba la vida vagamente.
Se apretó la corbata,
el corazón,
sorbió un café desvanecido y turbio,
explicó sus proyectos
para hoy,
sus sueños para ayer y sus deseos
para nunca jamás.
(Ella lo contemplaba silenciosa.)
Habló de nuevo. Recordó la lucha
de tantos días y el amor
pasado. La vida es algo inesperado,
dijo. (Más frágiles que nunca las palabras.
Al fin calló con el silencio de ella,
se acercó hasta sus labios
y lloró simplemente sobre aquellos
labios ya para siempre sin respuesta.
(José Ángel Valente)
8 comentarios:
De una realidad triste como sabe ser la realidad. De una verdad, verdadera, como la que tantas veces nos devuelven los espejos de nuestros desencuentros... y, aún así, ¿acaso no seguimos empeñándonos en sonreír, algo, y encontrarnos, en desempañar los espejos y cambiar la realidad? Un abrazo, grande para ti, Luis.
Me gusta la poesía con este formato de "mini-relato". Me gusta también haberlo leído dos veces y haber interpretado dos cosas tan distintas. Este adiós se me queda grabado y es un hola de mi parte a Jose Ángel Valente. Un saludo.
Hola Indigo.
Tristezas eternas, como en este caso, despedidas sin retorno.
La muerte nos devuelve la mirada más profunda, mueve nuestro mundo y es capaz de cambiarlo por completo.
Un besazo, amiga, gracias por venir.
Hola José, encantadísimo de tenerte por aquí.
Tenemos la gran suerte (los que sentimos la poesía) de poder disfrutarla en todas sus vertientes.
También a mi me gusta ese formato, la agilidad del relato con la profundidad poética, un coctel explosivo.
Un fuerte abrazo, compañero.
Cómo era Valente, impregnando cada poro de la piel y de la sangre...
Besos
Es uno de los poemas de Valente que más me gustan. Gracias por traerlo.
Un abrazo,
Sole.
Cierto, Carmen. Valente enciende la oscuridad del mundo.
Un beso, compañera.
Gracias por tu paso.
Gracias a ti, Soledad, por acercarte.
Este poema tiene un poderoso magnetismo. Aquí la palabra abre surcos, y se percibe esa grandiosa sencillez.
Aparentemente no hay nada extraordinario, y ahí reside lo extraordinario del poema.
Un besazo, amiga.
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